sábado, 5 de diciembre de 2009

MUSICOS CULTOS QUE SE ACERCARON AL TANGO

LUIS CLUZEAU MORTET. Según Juan Carlos Paz (Introducción a la música de nuestro tiempo-Sudamericana- 1971) no existe una música uruguaya con características propias, sino más bien una música de procedencia argentina, aclimatada en el Uruguay donde adquirió algunos aspectos levemente diferenciados de los modelos originales.

No es, por cierto, una opinión compartida por los musicólogos de allende el Plata quienes sostienen la existencia de un movimiento afirmador de una conciencia artística propia y, a la vez, libertadora del colonialismo que, hasta el inicio del siglo XX, había vivido el Uruguay, al que llamaron nacionalismo musical.

Luis Cluzeau Mortet, Alfonso Broqua y Eduardo Fabini representan lo mas significativo de esta corriente A estos tres creadores el Uruguay debe la adquisición de una impostergable personería espiritual en el campo de la música. Cluzeau Mortet a diferencia de los otros dos compositores, se formó íntegramente en su país: en tanto Broqua fue alumno de la Schola Contorum y Fabini del Conservatorio Real de Bruselas, Cluzeau Mortet recibió la gran tradición y la escolástica europeas en el seno de su propia familia; su abuelo materno, el maestro Paul Faget, lo inició en el arte musical.

El compositor había nacido en Montevideo el 16 de diciembre de 1888. Otros autores dan distintas fechas, pero habremos de sostener la que figura en todos los estudios realizados en el Uruguay. Su obra, integrada por 124 composiciones de distintos géneros, se enmarca en esa corriente nacionalista que, lejos de proponer una escisión del secular tronco europeo, surge por la integración de la cultura local al mismo. El nacionalismo musical de Cluzeau se manifestó, de modo fundamental, a través de la temática campestre, si bien totalmente ajena a cualquier pintoresquismo local.

Su trayectoria como compositor se inició hacia 1915 cuando compuso algunas piezas breves para piano: Dos Preludios y Carreta Quemada. Dice Roberto Lagarmilla (Revista del SODRE 1957) que es importante advertir que Cluzeau Mortet era un hombre de la ciudad, formado social y espiritualmente en un ámbito urbano -pleno de colorido y sonidos propios- y que sin embargo, nutrió sus primeras manifestaciones con ese “acento nacional” cuyas esencias corresponden mucho más a las voces y colores de la campaña que a los de la urbe.

Desde ese inicio auspicioso, continuó creando obras vocales, para canto y piano, compuestas generalmente sobre poemas de autores uruguayos. En 1918 compuso su primera obra significativa: el Pericón para piano, donde ya existen, en germen, todos los elementos musicales que habría de desarrollar en su carrera como autor. (1)

Los primeros compases de este Pericón -que sugieren la presencia de acordeones desafinados- marcan un desligamiento conciente de toda apoyatura folklórica y muestra una importante experiencia de libertad que lo enfrenta tanto con la tradición europea como con la folklórica.

Esta obra le dio el gran espaldarazo ya que fue incluida en el repertorio de célebres intérpretes como Arturo Rubistein.

Su obra, como se dijo, abarcó casi todos los géneros. Compuso 47 cantos con acompañamiento de piano (ej. Ojos negros, letra de J. Herrera y Reissig; Bajo el alero de las pestañas, letra de Amado Nervo; En la copa de los montes, letra de Carlos César Lenzi lo mismo que Mar de Luna; Canto del Chingolo, letra de Fernán Silva Valdez; Sólo tu, letra de Maria Eugenia Vaz Ferreira, etc); 32 obras para piano solo; 12 obras orquestales, en las que incluyó valses, milongas y aires de tamboriles; 12 coros a cappella sobre letras de Ferán Silva Valdez, Emilio Oribe y Eduardo Campos. Entre ellos el arreglo del Himno Nacional de la República Oriental del Uruguay y el Himno al Bicentenario de Paysandú; 7 conjuntos de cámara con inclusión de ritmos criollos; 4 cantos infantiles con letras de autores uruguayos; 2 obras para piano y orquesta, 3 para canto y viola, 1 para canto y guitarra y 2 composiciones para escena: La patria en armas de Juan León Bengoa y Las cédulas de San Juan de Florencio Sáncez.

Bajo el título de Cancionero de Frutos Rivera se han agrupado 5 tangos que figuran entre su producción musical.

No son pocos los músicos clásicos que se acercaron al tango. En nuestro país hay buenos ejemplos: Eloísa D’Herbil de Silva, Juan José y José María Castro, Alberto Lopez Buchardo, Próspero Cimaglia y muchos más. Es conocida la afición tanguera del eximio pianista Arturo Rubistein y recurrente la cita del compositor chileno Osmán Perez Freire. En el Uruguay se destacó Luis Cluzeau Mortet.

Gardel grabó 111 temas de autores uruguayos, de los cuales dos son de Luis Cluzeau Mortet: Gimiendo y El Quinielero.

El primero lleva letra de Juan Pablo Perez y la sospecha que bajo ese nombre se oculta el mismo Cluzeau. Gardel lo grabó con las guitarras de Ricardo y Riverol el 8 de julio de 1927.

Negros barrotes de una carcel
borraban para el mundo la fama de un matón


El otro lleva letra atribuida a Roberto Ramón Aubriot Barboza. Gardel lo grabó el 17 de septiembre de 1930 con el acompañamiento de Aguilar, Barbieri y Riverol. En el registro original de la pieza el autor de la letra figura como N. Barboza; en la partitura editada por Luis Perrotti dice letra y músca de Mortet. Como bien apunta José Gobello, los versos carecen de valores literarios

Cluzeaut Morter compuso también los tangos: Forastera con letra de Fernán Silva Valdez; ¡Que Juez aquél ! con letra que firma Juan Pablo Perez y que fuera grabado por la orquesta de Juan Carlos Cobián en 1929; Limpiate con Dentinol (tango elegante) -escrito para propaganda hacia 1910- firmado Lu-clu-mor y No seas malo con letra de Juan B.A. Reyes que registra una grabación por Ernesto Famá.

Dice Susana Salgado en Cluzeau-Mortet tesis de musicología (A. Monteverde y Cia SA 1983) que a simple vista se ve, por la armazón armónica de los mismos, que quien los compuso no era un autor de música popular. En efecto, Cluzeau-Mortet se complace en jugar con las tonalidades homónimas y en hacer modulaciones varias, en pequeños períodos, tal como lo efectuarían luego en la música culta posterior.

En los años finales de su vida Cluzeau Mortet tenía la intención de musicalizar La Procesión de San Cono, santo tan arraigado en la mitología uruguaya, ligado a la quiniela popular. Pero no llegó a concluir la obra pese a que trabajó en ella denodadamente. Su última aparición en público fue como pianista el 26 de octubre de 1956 en el paraninfo de la Universidad de la República, en un acto donde también habló el Profesor Lauro Ayestarán.

Cluzeau Mortet -dijo- cultivó esa forma de folklore ideal, es decir, el que se concibe no como un remedo de las formas autóctonas, sino como la aspiración suprema de quien percibe, en esas formas, a menudo breves o rudimentarias, el aliento de la universalidad....

Murió el 28 de septiembre de 1957. Para ese mismo dia estaba fijado, en el Auditorio del Sodre, un concierto en el que se incluía una de sus obras más singificativas: Preludio y Danza. Momentos antes de su interpretación, el citado Ayestarán -por entonces funcionario del gobierno en el área de cultura- anunció al público la dolorosa noticia. De pié todos los concurrentes guardaron un minuto de respetuoso silencio.

(1) Sobre los antecedentes del Pericón puede leerse El Folklore Musical Uruguayo de Lauro Ayestarán (Bolsilibros Arca Nº 28-Montevideo-1967)

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