Innumerables páginas fatigan la historia del tango. Algunas, orillan con certeza sus múltiples causas fundacionales; otras la reducen a un simple anecdotario. La pregunta sobre sus orígenes carece de una respuesta unívoca. Los trabajos de etimología suelen confundirlos con las raíces del propio vocablo: tango es palabra sonoramente africana.
El Diccionario Provincial de Voces Cubanas de Esteban Pichardo editado en 1836, trae esta definición: reunión de negros bozales para bailar al son de sus tambores o atabales. Fernando Ortiz (Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba) rescata el mito africano del dios Changó -dios de la virilidad- poseedor del tambor y del don del baile. Según Vicente Rossi (Cosas de Negros) los negros africanos en América le llamaron tangó a su tamboril...Tan-gó es la voz del tamboril.
Alejo Carpentier, (novelista, ensayista e investigador musical cubano) supone que las primitivas danzas llegadas desde la Península Ibérica tomaban una nueva fisonomía en América al ponerse en contacto con el negro y el mestizo (cita a Bachiller y Morales quien, a mediados del siglo XIX, da el nombre de tangos a todas las danzas callejeras de esclavos) Dice: demasiadas son las razones que nos inducen a creer que el ritmo del tango se conoció en América antes que en la Península y que fueron los negros los principales responsables de su difusión.
Carlos Vega, (Coriún Aharonián, editor), Estudios para los orígenes del tango argentino, (Buenos Aires, Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires y Facultad de Artes y Ciencias Musicales – Instituto de Investigación Musicológica Carlos Vega, 2007) dice en este, su libro póstumo>:La etimología del vocablo “tango” tiene vertientes africana. Las voces tamgú y tañgu, con formas propias en distintas regiones, significan “bailar” en varios idiomas africanos: tamgu y tuñgu en el lenguaje Calabar y Benné, en las proximidades de Niger central, ntiangu en soninké o saraloké y dongo entre los mandingas, más al norte y en una zona próxima al Sudán, que también fue importante fuente de esclavos. Los mandingas, además, llaman tomtom o tamtamngo al tambor. Por consiguiente, la voz tamtamngo, construida con tamtam (onomatopeya de tambor) y la desinencia ngo (bailar) dieron “tango” con las siguientes cuatro acepciones: “tambor”, “sitio donde se danza”, “baile” y “ritmo”.
La palabra tango es anterior al propio baile dicen Héctor y Luis J. Bates y por lo tanto hay infinidad de personas que oyeron hablar de tangos mucho antes que se bailara ese ritmo. De ahí -concluyen- que confundieran la danza con la voz.
La voz tango tuvo difundido uso desde muy antiguo. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886) cita, en su obra Los Lisperguer y la Quintrala, la mensura de las tierras de Talagante hecha en 1604 por el agrimensor Ginés de Lillo, las que lindaban con las tierras de Lonquen, Pelvín y Tango (llamadas también Calera del Tango o Valle de Tango).
Domingo Faustino Sarmiento publicó en el diario El Nacional del 12 de julio de 1869 una nota titulada Los Minstrels (Los trovadores) en la que narra sus impresiones acerca de la pieza teatral titulada Los negros de la Florida a cuya representación asistiera durante su estancia en los Estados Unidos: Un negro viejo, otro estúpido y una orquesta compuesta de guitarra, huesitos y pandero....Con elementos tan simples como los griegos con la lira y con los verdaderos negros de la marimba, el candombe o el tango, nos divertimos porque éramos suramericanos...
En las Actas Capitulares del Cabildo de Montevideo en 1807 también aparece la palabra tango referida a los bailes o reuniones de los negros. En 1808 los vecinos montevideanos demandaban ante el virrey Francisco Javier de Elío que impidiera los malhadados tangos de los negros, en alusión a tales reuniones festivas de la gente de color.
Desde 1802 existía en el barrio de la Concepción de Buenos Aires una Casa y sitio del Tango. Un parte policial de 1821 daba cuenta al ministro Rivadavia, de que los congos poseían, desde 1806, un terreno propio donde funciona un tango de baile...con el objeto de proporcionarse los días festivos bailar al estilo de sus países.
Néstor Ortiz Oderigo apunta que las naciones africanas arraigadas en la Argentina con sus reyes, con sus reinas y con otras autoridades, se reunían en los denominados “brraios del tambor” o “barrio del mondongo” donde los descendientes del continente trágico y desconocido habían sentado sus reales en baldíos y poseían sus “sitios” o “tambos” como se llamaba a los lugares donde se congregaban para danzar. Todo induce a suponer que estos tangos (o tambos) de los negros fueron la antesala de las llamadas Academias de baile o simplemente Academias que se multiplicaron en Montevideo y en Buenos Aires hacia 1870. Un censo policial de 1856 registraba una docena de Academias en Buenos Aires. La última Academia montevideana, la San Felipe, fue clausurada en 1899.
En general se acepta que en las Academias se hizo la gesta coreográfica del tango criollo. En tal sentido lo enuncia la tesis de Fernando Asuncao: antes de ser propiamente tango, fue figura, paso, ritmo, expresión corporal. El tango debió subir desde los pies de los bailarines hasta los instrumentos de los pobres musicantes y desde ellos bajar nuevamente a la danza, para crear esa inaudita coreografía de pareja machihembrada.
El 25 de octubre de 1881 se registró la que, posiblemente, sea la más antigua noticia vinculada con el tango en el barrio de Belgrano. En esa fecha –cita Enrique Horacio Puccia- el entonces Presidente de la Municipalidad local, D. Rafael Hernández, recibió la denuncia de que en la calle 25 de Mayo 192 (es decir Cabildo en su antigua numeración) se había abierto un café y casa de baile cuyas dueñas eran varias napolitanas. Allí –decía la demanda- se atentaba contra la moral y las buenas acostumbres por la conducta que las mujeres observaban en el baile ....y fuera de él. Por supuesto, el sitio fue clausurado.
La descripción del establecimiento es coincidente con la de las Academias, lugares de bailes públicos –regenteados por morenas o por italianas- a los que concurrían mujeres de liviana reputación, afectas a los desbordes y a la bebida. En estos ámbitos se tiraron los primeros cortes tangueros. Hugo Lamas y Enrique Binda, dan pormenorizada noticia en su libro El Tango en la sociedad porteña 1880-1920. De todos modos no hay un criterio unánime. El doctor Francisco de Veyga, en su trabajo Los auxiliares de la delincuencia publicado hacia 1910, sostiene que las Academias eran simplemente cafés atendidos por mujeres, donde se tocaba música, se bebía -acompañado por dulces estimulantes- y se bailaba, entre copa y copa, con la misma camarera. Esta institución de origen criollo, más tarde fue explotada por la inmigración italiana. León Benarós opina, por el contrario, que las Academias cumplían la función de prostibulo.
Viejo Tanguero -esquivo seudónimo con que se firmó la primera historia del tango aparecida en Crítica el 22 de septiembre de 1913- cifra sus orígenes en aquella exótica danza que idea un día la gente de color en sustitución del endiablado candombe de legendarios africanos; no obstante, no existen documentos para fundar una teoría definitiva sobre los ascendientes negros del tango; toda teoría conlleva implícito un contenido conjetural.
Gobello intenta una conciliación: el tango nace cuando los compadritos -esa minoría que pisaba fuerte entre la juventud plurilingue de la ciudad- aplicaron a sus bailes de rutina las figuras coreográficas del candombe, las quebraduras, quiebros o quebradas del cuerpo que también se llamaron cortes, porque decoraban los cortes o interrupciones de la marcha candombera. León Benarós acepta que el tango tuvo, inicialmente, al desprejuiciado negro, entre sus primeros padrinos. Para Rodríguez Molas el tango nació del contacto del hombre de color y el orillero. Horacio Ferrer intuye el nacimiento del tango cuando, precisamente, los tanguistas se liberaron de toda influencia afro y española: nada de tamboriles o de panderetas habrá en el tango.
Acerca de estas eventuales raíces negras, es interesante reproducir la observación del maestro Horacio Salgán: Otro rasgo que debe quedar bien claro, es el hecho de que en el Tango, sobre todo en el momento fundamental de su creación, jamás estuvo presente ningún instrumento de percusión. Bien sabemos que los conjuntos formados en los albores del Tango están compuestos por Flauta, Clarinete, Guitarra, etc. a los que luego se sumaron el Bandoneón, Piano, etc. Castañuelas, Maracas, Panderetas, Tambores, Bongó, Tumbadoras o Bombos etc. no integraron nunca los primeros conjuntos de Tango. (Horacio Salgán/Curso de Tango)
Pero en definitiva, quien le dio carta de argentinidad del modo más rotundo, fue don Ramón Gomez de la Serna cuando escribiera en su ensayo Interpretación del tango: ya no es ni habanera, ni negro, ni blanco; es el Tango argentino.
Y como cierre del año, les dejo este soneto que titulè
Aproximación al tango
Fue la eclosión de los sentidos
Alfredo De Cicco
Memoria y expiación. El grito cruento
de un sueño que recusa la partida
o acaso una nostalgia presentida
en el paisaje que enarbola el viento.
Certeza que el ayer es vano intento
-llanto, sangre, pasión, temblor, huída-
el tiempo que proclama absurda herida
abierta en un malvón. Tajo, lamento.
Fatalmente, los ecos de la vida
-memoria y expiación- el cauce lento
de la muerte que llega inadvertida.
El acorde final, en el momento
en que errática el alma se suicida
en un suburbio gris del pensamiento.
martes, 15 de diciembre de 2009
ORIGEN DEL VOCABLO "TANGO"
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