EL LUNFARDO
¿Qué es el lunfardo?
Una definición rápida –pero no demasiado precisa- nos llevaría a decir que es el argot rioplatense.
Los argots, entendidos como hablas populares, son un fenómeno lingüístico común a las clases bajas de todas las grandes concentraciones urbanas. El lunfardo, por supuesto, no escapó a esta regla; se gestó en los bajos grupos sociales del Río de la Plata en las últimas décadas del siglo XIX y con el paso de los años, devino en habla popular de ambas orillas. Nada autoriza a sostener hoy la recurrida teoría de que fue jerga oculta de ladrones, a menos que se desempolve el latente prejuicio de confundir la vida pobre con la mala vida. La definición que presenta al lunfardo como una tecnología de ladrones (tecnología de la furca y el cuchillo lo llamó Borges) no tiene validez hoy en día. Por el contrario, como dijimos, se advierte que el lunfardo es un habla popular de Buenos Aires, de Montevideo, de Rosario y de sus zonas de influencia, si bien con las peculiaridades de cada núcleo urbano.
No ha de olvidarse que las corrientes vitales de cualquier lengua –no sólo las jergales- fluyen desde las capas inferiores de la sociedad. Las palabras aparecen de pronto, comienzan a circular y logran perduración sólo si el pueblo las acoge en su habla. El paso del tiempo suele pulir los vocablos, alterar sus significados (en el habla culta la palabra lívido, y en el lunfardo el vocablo grela) o ampliarlos y no pocas veces, arrumbarlos en el desván de los olvidos como ocurre con tantas expresiones del habla popular que ya no se emplean y otras de la jerga popular como soque p.e. en lugar de sopapo o cachetada.. El lenguaje, según la advertencia de José Edmundo Clemente, es demagógico, viene de abajo, mandan los más. De ahí el lema de la Academia Porteña del Lunfardo: el pueblo agranda el idioma
En las última décadas del siglo XIX aparecieron los primeros trabajos sobre el lunfardo, cuyos autores lo confinaron al territorio de las jergas profesionales del delito. Tal linaje de investigaciones pretendía revelar, desde el análisis y el estudio de tan estrecho vocabulario, los rasgos característicos del alma criminal. Ese confinamiento perduró por muchas décadas y aún hoy suele persistir el estigma de su eventual pecado de origen. Baste, como ejemplo, esta concluyente aseveración de Arturo López Peña: Entiendo por lunfardo el conjunto de voces jergales que se usan con sentido delictivo o con un sentido íntimamente vinculado al delito (El habla popular de Buenos Aires – 1972)
Si se sostiene esta definición, ha de referirse, necesariamente, a los delincuentes alojados en nuestros penales –Las Heras o Tierra del Fuego por ejemplo- pero los estudios linguísticos realizados han demostrado que la inmensa mayoría de los vocablos lunfardescos provienen de lenguas europeas, dialectales en su mayor parte, venidos con el malón inmigratorio.
Más aún; los pocos poetas caneros es decir, escritores que, como Francois Villón, eran a la vez delincuentes, tal el caso de Andrés Cepeda, de Alberto Arana y de Enrique Arnold por ejemplo, escribieron en lengua culta. Tanto que las décimas de éste último tituladas Entre la vida y la muerte, son dignas de la firma de un poeta mayor de la lengua castellana.
En la humana comprensión
Con majestad grave y muda
Termina todo en la duda
Según mi interpretación.
Las cosas son y son
Por ley de su propio ser
Nada es eterno a mi
Pero fin tampoco tiene.
Del hoy, el mañana viene
Y el hoy viene del ayer.
Cierto es que parte del vocabulario lunfardo proviene de la germanía que era jerga de ladrones y rufianes españoles de los siglos XVI y XVII , de uso ya en la edad media y sobre la cual no se han conservado documentos de la época. Como modalidad de habla independiente desapareció hacia el siglo XVIIII pero muchos de sus vocablos han permanecidos incorporados a la lengua común. No hay que confundir la germanía con el caló que es el habla de los gitanos ni con otras hablas marginales europeas como el rotwelsch alemán, el jargón o argón francés, o el furbesco italiano. Pero cierto es también, que la inmensa mayoría de las voces lunfardescas, eran de naturaleza plebeya, pertenecían a distintos dialectos y al habla inculta de los inmigrantes.
Sobre el último tercio del siglo XIX se volcó sobre los puertos de Buenos Aires y Montevideo un aluvión inmigratorio que en mayor proporción provenía de las distintas regiones de Italia, cuyo aporte fue muy significativo para la transformación del habla y las costumbres de estas latitudes.
Este crecimiento vertiginoso de la población hizo nacer el conventillo donde, como en una promiscua babel –que tanto alarmó al Dr. Guillermo Rawson- se confundían las edades, las nacionalidades, los sexos y las lenguas. En este amasijo se mezclaron aquellas voces de la inmigración -si bien, sometidas al cedazo de la adopción fonética local- con otras que ya salpicaban el habla rioplatense: las de los negros africanos de distintas razas que fueron carne de la esclavitud; otras de urdimbre campesina traídas a la ciudad por los gauchos de a pie al fin de las guerras intestinas.; las más, creadas por el mismo bajo pueblo según la ley que gobierna los idiomas. El lunfardo fue así, un lenguaje marginal nacido de múltiples afluentes. Juan Piaggio en su artículo Caló porteño (Diario La Nación 11 de febrero de 1887) entrevió su verdadera estirpe y por eso llamó a sus vocablos argentinismos del pueblo bajo.
Sin embargo, como se dijo, las primeras compilaciones de sus voces - Benigno Lugones (Los beduinos urbanos y Los caballeros de industria en La Nación en 1879), Luis M. Drago (1888), Antonio Dellepiane (El idioma del delito de 1894) y Luis C. Villamayor (El lenguaje del bajo fondo de 1915)- se hicieron desde el interés criminológico, como si se tratara, exclusivamente, de una críptica jerga del delito. Este recurrido concepto tuvo firme vigencia durante media centuria del siglo XX, hasta la aparición del primer trabajo que les franqueó la entrada a los dominios de la lingüística: Lunfardía: anotaciones al lenguaje porteño de José Gobello (Argos 1953)
Desde entonces se ha acumulado sobre el tema una nutrida bibliografía. En sus registros obran una pluralidad de Diccionarios y Vocabularios de importancia diversa, que se ocupan de traducir las voces del lunfardo al español corriente, cuando no de especular con sutilezas etimológicas.
Ahora bien, dijimos que el lunfardo contiene en su origen voces provenientes de la germanía. ¿Qué es esto de la germanía? Son las voces provenientes de las hablas marginales. ¿Y por qué se les llamó así? Por las germanías de Valencia que hacia 1524 se alzaron contra la nobleza. Tales germanías valencianas eran los gremios a los que Fernando II el Católico, Rey de Aragón y Castilla, había dado facultad para construir sus propios ejércitos destinados a repeler las incursiones sarracenas. De ese mismo modo, los delincuentes –de manera especial los ladrones. formaron verdaderas hermandades a las que, a imitación de los gremios, las llamaban germanías. Este nombre se transfirió a su habla peculiar, que era una verdadera jerigonza, que se conocía con el nombre jácara (de donde posiblemente provenga cháchara). Así la utiliza Cervantes, como jácara, que a su vez proviene de jaque es decir de rufián. Si seguimos para atrás veremos que este jaque procede del árabe sha que no es otra cosa que el rey en el ajedrez. Los marginales utilizaban la denominación de jaque como nosotros podemos hoy hablar de un guapo, de un pesado, de un malevo, de un taura. (Acotar Anexo 1)
En general las hablas marginales, en todo tiempo y lugar, tuvieron naturaleza festiva. Fíjense que en 1609 Juan Hidalgo publicó en Barcelona un Vocabulario de Germanía que contiene muchas palabras inventadas de modo caprichoso: algunas cambiando las sílabas de lugar como chepo por pecho, o grito por trigo, o lepar por pelar...pero también aparecen voces de ingeniosa factura como por ejemplo, llamarle bayle al ladrón porque bailaba en la horca, y a la hora decirle finisterre porque en ella se acaba el mundo o la vida
Varios siglos antes de que apareciera el lunfardo en el Río de la Plata, don Francisco de Quevedo ya utilizaba la metátesis o sea el vesrre en sus obras (En Cuento de cuentos escribe tabaola por bataola por ejemplo) y don Miguel de Cervantes Saavedra, incluía germanías en sus obras. Y no sólo se complacía en hacerlo sino que además trataba de ilustrar al lector respecto de estos vocablos. Véase el capítulo XXII de la Primera Parte del Quijote, titulado “de la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir” (que es además todo un alegato a favor de la libertad), donde uno de los galotes –es decir de los condenados a las galeras- le explica a don Quijote que a éstas se les dice gurapas y uno de los guardias le hace saber que “cantar el ansia” significa entre la gente marginal, confesar en el tormento, el remoto antecedente de la ilustre picana de nuestro tiempo y que cuatrero es el ladrón de bestias.
No voy a extenderme mucho más en Cervantes pero si, quiero apuntar que en todas sus obras utiliza estos vocablos allegados de la germanía. En un breve repaso apuntaré algunas de las muchas voces de germanía que Cervantes incluyó en sus obras: Abispar, es decir, mirar cuidadosamente, expresión que aún utilizamos como abispado, es decir despierto; Avispón, ayudante del ladrón, el que mira, el que campanea dirían nuestros lunfardos; Ansia, ya lo dije, tormento...Todas aparecen en Rinconte y Cortadillo y la última en el Quijote. También llama canario en el Quijote al reo que declara o cuenta la verdad y curiosamente con esta acepción utiliza el vocablo Saavedra en sus Memorias cuando menciona que su canario le hizo saber del complot del 1 de enero de 1809. (Anexo 2) Cervantes también utiliza floreo como acto de engañar con naipes marcados por aquello de que en español floreo es todo alarde de ingenio;, le llama la ganchosa a la espada en El rufián dichoso, trae garbear por robar en Rinconete y Cortadillo y en el Quijote, le dice soplón al delator y también utiliza untar como sinónimo de sobornar, con lo que vemos la antigüedad que tiene la untada a la que hacemos referencia en nuestros días.
Pero volvamos al comienzo de la charla. Las primeras teorías sostenedoras de la naturaleza delictiva del habla lunfardesca, han sido sustituidas, con el paso del tiempo y a la luz de los estudios linguísticos producidos en los últimos cuarenta años, por otra interpretación que la encuadra dentro del concepto más amplio de habla popular. En realidad, decir hoy lunfardo, es referirnos a un reservorio de palabras que se usan de modo cotidiano en el Rio de la Plata, en oposición al habla corriente.
Ningún idioma –gracias a Dios- ha nacido como lengua culta sostuvo el Profesor D. José A. Oría en una conferencia dictada el 1 de julio de 1967, donde también afirmó, citando a Anatole France que sólo puede inventar palabras el pueblo lo que es equivalente al lema ya menciona de que el pueblo agranda el idioma.
Pero aún así, resulta innegable que en ese conjunto de voces, las hay de diversas procedencias: algunas, es cierto, provienen del llamado idioma del delito; otras –la mayoría- llegaron con la masa inmigratoria que pobló Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX y otras más, venidas con las migraciones internas. Estas circunstancias –y el hecho de que quienes primero se ocuparan de su estudio hayan sido miembros de institutos de criminología o estudiosos de la delincuencia- han hecho permeable la teoría de que el lunfardo reconoce un origen canallesco, y que sus voces han sido acuñadas en ámbitos delictivos o incultos. Recordemos que a fines del siglo XIX –y entrado el siglo XX era común el prejuicio de identificar la pobreza con el mal vivir.
Sin embargo también las clases ilustradas y socialmente acomodadas, han sabido crear su propia habla que les ha servido para caracterizar el estrato social al que pertenecen sus hablantes y han tenido y conservan aún resabios de modos expresivos propios que, tal vez no alcancen a constituir verdaderos lunfardismos, pero que denotan su intención de marcar esas diferencias culturales y sociales a través del lenguaje. En tiempos de nuestros abuelos solían modificar la acentuación de ciertas palabras para hacerlas más distinguidas: pais por país por ejemplo o darle fonética francesa a otros vocablos como el caso de pardon en vez de perdón., o utilizar directamente palabras extranjeras como el francés garcón en lugar de mozo En los días actuales hay sectores sociales que todavía dicen vista en lugar de película y coche de alquiler por taxí o taxímetro.
Recuérdense asimismo los vocablos puestos en boga por el dibujante Landrú (alias de Juan Carlos Colombres) en los años de mil novecientos sesenta como distintivos de determinados núcleos sociales. Hubo un cúmulo de expresiones adjudicables al habla de ciertos estratos o al menos a la apariencia de pertenecer a ellos.
En esa década de mil novecientos sesenta se puso en circulación, entre otros, el vocablo quemo que aplicado a una persona (fulano es un quemo) venía a significar que fulano es alguien que compromete nuestro status, bien sea por torpe, por estar fuera de onda – es decir, out- por ser mal visto en los círculos de la g.c.u. (la gente como uno) u otra media docena de etcéteras similares.
Es propicio recordar que ya en 1837 comenzó la pugna por imponer un idioma argentino, o más propiamente, porteño, como lenguaje aceptado socialmente.. Desde el Salón Literario de Marcos Sastre, que era en realidad uruguayo, se reclamó con vehemencia este derecho en favor del habla espontánea de la gente al lado del habla oficial de España. Y por cuestiones de la misma índole, el fino escritor que fuera Juan María Gutiérrez rechazó su incorporación a la Real Academia Española.
Sastre y Gutiérrez, entre otros, manifestaban la necesidad de expresarse según las influencias de su entorno físico y cultural. No renegaban de la lengua madre, pero exigían el derecho a la incorporación de las nuevas voces nacidas del habla espontánea de la sociedad de entonces. De esta pugna (originada en lo más representativo de la cultura vernácula) y del posterior aporte babélico de la inmigración, más la introducción de algunas voces de la jerga canera se nutrió lo que, en definitiva, dio en llamarse el lunfardo, y que hoy, insisto, no es otra cosa que el habla popular del Rio de la Plata.
He encontrado en Mester de Lunfardía, un trabajo del doctor Arturo Berenguer Carisomo, esta interesante revelación: los niveles lingüísticos pertenecen a la esencia misma de cada comunidad, son inherente a su espíritu, y es la calidad de sus miembros, la que les imprime su sello inconfundible.
Estas reflexiones nos muestran la influencia que han ejercido en la creación de voces lunfardescas, otros sectores sociales, muy alejados de los estratos bajos, incultos o cercanos al delito con los que, generalmente, se emparienta al lunfardo. Muchas de esas voces –desde antiguo- se originaron en las clases altas y cultas para luego descender e integrarse al habla cotidiana del pueblo.
De modo que, sea cual fuere la procedencia de un vocablo –bien sea que de lo bajo suba, como ocurrió con la inmensa mayoría de las voces jergales o de lo alto baje, como sucedió con en otros casos - lo que importa es su aceptación por el habla espontánea de la gente. El tiempo es quien ha encargarse después de depurar, exaltar o condenar esa voz al olvido.
Dejo escrito también el Dr. Berenguer Carisomo para subrayar la definitiva importancia de la aceptación general de un vocablo y la tarea decantadora que ejerce, sobre él, el paso de los años, que, quizás, dentro de ochocientos años, los versos de Carlos de la Púa sean de lectura escolar obligatoria porque se ejerza sobre ellos el mismo fenómeno de redención literaria que se dio sobre la jerga romance de juglares y copleros para dar carta de nobleza al, entonces, naciente castellano.
Repasemos brevemente el origen de algunos vocablos que utilizamos a diario, ya definitivamente incorporados a nuestro lenguaje habitual.
El primer testimonio impreso sobre la existencia de este eventual argot, apareció en el diario La Prensa el 6 de febrero de 1878 bajo el título de El dialecto de los ladrones, conteniendo 29 voces, entre ellas la sinonimia lunfardo-ladrón. La mayoría de los autores sostienen que la palabra lunfardo deriva de lumbardo que en algunos dialectos italianos tiene ese significado. (Algo parecido al reiterado chiste entre tucumanos y santiagueños) Sin embargo otros recuerdan que lombart significa en francés usurero, equivalente por asociación de ideas, a ladrón.
En 1879- es decir al año siguiente- Bemigno Lugones, periodista de La Nación, con pasado de funcionario policial, publicó en ese diario dos extensos artículos: Los beduinos urbanos y Los caballeros de industria, ocupándose del habla y las costumbres de los ladrones o sea los lunfardos, aportando otros 42 vocablos, entre ellos los verbos atorrar y morfilar
Sin embargo Luis Soler Cañas en su libro Orígenes de la literatura lunfarda recoge un artículo titulado El conventillo de Aravena, publicado en La Crónica en 1883, donde textualmente se dice: el lunfardo no es otra cosa que un amasijo de dialectos italianos de inteligencia común y utilizado por los ladrones del país que también le han agregado expresiones pintorescas; esto lo prueban las palabras ancun,(expresión de sorpresa: cuidado, alerta, ancún que viene la cana) estrilar, shacamento (engaño, estafa, del genovés siaccá, romper, violar) y tantas otras Esta es, sin dudas, la más antigua definición existente del lunfardo como habla.
No es casual que el lunfardo apareciera en las márgenes del Río de la Plata y no en Córdoba o en Salta por ejemplo. Albert Dauzat publicó en París hacia 1929 un ensayo titulado Les argots. Caracteres-Evolution-Influence donde lúcidamente sostiene que todo argot se desarrolla preferentemente en las regiones donde se hace sentir más la influencia de las lenguas extranjeras. En tal sentido el Río de la Plata, como vimos, fue hegemónico en la recepción de extranjeros, tanto en tiempos de la colonia cuanto en los años de la inmigración masiva proveniente de distintos pueblos del mundo. Todos ellos, entre otros aportes, dejaron su huella indeleble en la formación del lenguaje propio de estas latitudes al que llamamos rioplatense o si se quiere español rioplatense y que es el habla cotidiana de la gente -el habla del boliche como lo llama Guarnieri- en cuyo vocabulario conviven palabras del más puro y arcaico cuño español con otras de la más rancia estirpe lunfarda, y otras de raíz aborigen y muchas más de prosapia gauchesca.
Circulan con toda comodidad en el lenguaje rioplatense voces culinarias quechuas como la humita o el choclo , junto a la pizza romana, la faina genovesa, el guaranítico pacú, el incaico papa y las españolísimas alubias y en general aparecen toda clase de españolismos ( gayola por cárcel, que es palabra del antiguo castellano, chorro-ladrón que proviene del caló choro; afano deriva también del caló afanar con el mismo sentido de robo; turca por borrachera y changüí como ventaja engañosa; hasta el famoso fané que inmortalizó Discépolo en su tango Esta noche me emborracho, que es un galicismo que significa marchito y que con la misma significación pasó al argot francés ); italianismos (como lungo por largo o alto; sbornia por borrachera que es palabra de rancia estirpe latina, viene de ebrius; mirlo o merlo por tonto; apoliyar por dormir que viene de appollaiare, es decir cuando los pollos se suben a los palos para dormir; bagayo que deriva de bagaglio voz latina medieval que lo mismo que ahora significaba bagaje o equipaje; estrilar por rabiar que viene de strillare, rabiar, gritar, aullar; embrocar por mirar que deriva de imbroccare, dar en el blanco, adivinar, etc) lusitanismos (tamango, barullo, descangallado) brasileñismos (bondi, cafúa, requinte) anglicismos (pedigree, speaker, challenguer, box, groggy) galleguismos (calote, grela) francesimos ( como por habitación que viene de boulin, agujero donde anidan las palomas –ojo italianismo cama-; ragú por hambre, de ragout , guiso; morfar, por comer, que viene del argot francés morfiller que ya utilizaba Rabelai bajo la forma de morfailler) aborigenismos (che con el significado de gente supuestamente de orien quechua igual que ñaupa equivalente a antiguo y guasca de waskha, lonja o mapuchismos o como cancha, poncho pucho; ruralismos (peón, capataz, rancho, playa), de otras lenguas y toda clase de vocablos creados por la inventiva popular (por analogías,( melón a la cabeza por la forma, bobo al corazón y al reloj porque nunca descansan) por metaplasmos ( es decir el agregado o la supresión de letras o sílabas al vocablo original : ej. trompezón por tropezón o tano por napolitano) anagramas, ( es decir la transposición de letras, el famoso vesrre por ejemplo; zabeca por cabeza, fecha por café, etc. Estas formas de transposición de letras eran comunes en la Españas de principios del 1600)
Sin lugar a dudas, de todos los afluentes tributarios del español rioplatense, es decir del habla cotidiana de Buenos Aires, el de mayor caudal fue el lunfardo, en tanto lo consideremos un habla nacida con la inmigración que sigue nutriéndose de palabras, giros y expresiones de cuño popular, como lo atestigua, entre otros, el Vocabulario de la Crisis de José Gobello y Marcelo Olivieri donde aparecen nuevos y circunstanciales vocablos como corralito, corrida, ñoqui, arbolito etc.
Hoy el Diccionario de la Real Academia Española registra muchísimos vocablos cuyos orígenes podríamos rastrear en el bajo fondo del lunfardo, ascendidos después al habla popular e incorporados definitivamente al lenguaje rioplatense cotidiano. Por su parte la Academia Argentina de Letras, ha editado hace un par de año el Diccionario del Habla de los Argentinos, donde figuran muchísimas palabras de nuestro argot. El lunfardo, en nuestros días, es sólo un vocabulario, un limitado reservorio de palabras que sirven para sustituir a las del habla oficial cuando resulta inexcusable darle a las palabras un fuerte tinte de expresividad porteña. (Recordemos el absurdo que fue para los argentinos, saber que cuando La fiaca, la obra de Talesnik se represento en España, se lo hizo con el título de La pereza; tan absurdo como oír a Jorge Casal cantar Mi noche triste con la orquesta de Florindo Sassone, sustituyendo Percanta que me amuraste por Muchacha que me dejaste por imperio de las disposiciones de las autoridades políticas surgidas de la revolución de 1943. La fiaca es un estado de ánimo transitorio, entre físico y moral; la pereza es uno de los siete pecados capitales. ¿Qué cristiano combatiría la fiaca con la misma vehemencia teológica que a la pereza? La fiaca, en todo caso, está más cerca de la morriña gallega y de la cansera murciana, que de la pereza que es sólo una conducta humana pasible de castigo social. Tampoco la percanta que nos amura es sólo la muchacha que nos abandona porque, falta la complicidad del sonido, del aire del lenguaje rioplatense para que la frase adquieran su verdadera dimensión)
Copio nuevamente a Berenguer Carisomo: ¿vamos a negar por puritanismo que decir “fulano es un piola”, tiene para nosotros una connotación más mordiente que si recurrimos a “fulano es un listo o un avispado”? ¿y acaso peca de malviviente o de mal educado el ejecutivo que en un mal momento de la empresa dijera a sus colaboradores “ojo, no sean otarios, en estos momentos hay que apiolarse” en lugar de afrontar una igual situación con este sintagma: cuidado no sean ustedes lerdos en esta oportunidad hay que tener suspicacia”
¿Cuál para nosotros tiene más enjundia, más riqueza comunicativa? La respuesta es obvia.
Pero, como vimos, muchas de esas lenguas que aportaron a la formación del lenguaje español rioplatense, descendieron de los barcos con el habla de la inmigración. El momento del flujo desbordante fue en la década de 1880, cuando el Río de la Plata recibió el aluvión inmigratorio que trajo por igual brazos laboriosos y manos delincuentes, profesionales y jornaleros, militares y campesinos, con notoria preponderancia de italianos, (más de la mitad eran italianos) lo que explica la gran cantidad de vocablos de ese origen adoptados por el habla popular. Este fenómeno se dio en tiempos de la formación del Tango a cuya consolidación como una forma artístico-musical no poco contribuyeron estos inmigrantes peninsulares.
Fue el Tango-canción el que floreó el lenguaje popular rioplatense en sus letras. Aquellas letras o letrillas del Tango primitivo también se nutrieron de algunas de esas voces, pero carecieron de posteridad. Las más puras decantaciones del habla lupanarias que solían entonarse al compás de algún primitivo Tango, se encuentran en los Textos eróticos del Río del Río de la Plata recogidos por Victor Borde, nome de guerre de Robert Lehmann-Nitsche.
Por esos años el Tango carecía de letra argumentada, al menos con el sentido o la pretensión literaria, que tuvo a partir de Mi noche triste. Por eso no es aventurado afirmar que el primer lunfardista literario del Tango como canción fue Pascual Contursi con aquel celebrado verso Percanta que me amuraste. A partir de entonces el lunfardo –extendido ya al habla popular y como parte del lenguaje rioplatense- cruzó la raya fronteriza del arrabal y llegó a las calles y, no mucho más tarde, a las casas del centro. Dos fueron los vehículos propicios para este traslado: el Tango y el sainete aunque las más de las veces ambos transitaban por una mismo andarivel.
Pero no ha de suponerse por ello que las letras del Tango son un muestrario de lunfardías. Bueno es señalar que cuando el Tango incluyó alguna letra de sórdidos o crípticos versos lunfardos, no tuvo perduración. Idea Villarino recoge un ejemplo que solía citar Fernán Silva Valdés: Llega el lunes y a la mina / no le alcanza pal lavao / entonces el taita encabretao / bronca con la percantina. En el mismo y saludable olvido cayeron otras letras emparentadas, como por ejemplo aquella primitiva que se cantaba con la música del tango Entrada Prohibida: Del cabaré te piantaron / y la razón no te dieron / pero después te dijeron / que fue por falta de higiene
El hecho de existir una pretensión literaria en las letras del Tango, salvó al lunfardo del destino caricaturesco al que parecía haberlo condenado el sainete.
El uso literario del lenguaje popular le permitió al Tango ser expresión cabal de la sustancia trágica de la vida.: La letra de los Tangos –escribía Ramón Gómez de la Serna- es hija de los aedas del arroyo y de los grandes poetas, mezclando sentimiento contrarios siempre ennoblecidos por la desesperanza.
A diferencia de lo caricaturesco del sainete y de lo realista de la prosa de muchos escritores costumbristas, el Tango no buscó recoger en sus letras el habla real de la calle, la que realmente se oía y de la manera en que se oía, como lo hicieron, entre otros, Fray Mocho (José Sixto Alvarez) y Angel Gregorio Villoldo.
Hubo en los letristas una preocupación permanente por el uso adecuado del lenguaje –casi diría una preocupación artística- . En mucho contribuyeron los cantores que se negaron más de una vez a incorporar a sus repertorios temas con letras repelentes. Es conocido el cuidado con que Gardel seleccionaba sus temas y las variantes que introdujo en las letras, como en el caso de Oro bajo por ejemplo.
El tango lunfardo por excelencia, El Ciruja, (letra de Francisco Alfredo Marino con música de Ernesto de la Cruz), tiene logros poéticos que ennoblecieron como pocos la literatura tanguera: Hoy ya libre´e la gayola y sin la mina / campanenado un cacho´e sol en la vedera.. Cuenta la anécdota que Marino se propuso con esta letra, demostrar que las posibilidades del habla popular rioplatense excedía el módico repertorio de voces que hasta entonces empleaban los Tangos.
Pero dijimos que el lenguaje popular es también –y fundamentalmente- un sonido, un aire. Y el Tango no escatimó ejemplos. Ahí está La gayola de Armando José Taggini sobre música del violinista Rafael Tuegols: No te aflijas ni me huyas / no he venido pa´vengarme/ si mañana justamente / ya me voy pa no volver, / he venido a despedirme / y el gustazo quiero darme / de mirarte frente a frente / y en tus ojos campanearme / silenciosa, largamente / como me miraba ayer. Salvo los apócopes pa y el campanearme bellamente usado, lejos de su connotación delictiva, no hay en estos versos sino un aire de habla popular, ya que hasta el titulo, gayola, es un arcaísmo del más puro cuño español. En otros versos Taggini sólo utiliza los lunfardismos laburarla y en enriquecida imagen atorrando en un umbral.
Podríamos hablar mucho más sobre el lunfardo ya que sus vocablos han impregnado, durante casi una centuria y media el habla de nuestra ciudad y su zona de influencia. Lo encontramos en páginas de nuestra literatura mayor: lo utilizan Eduardo Gutierrez, Eugenio Cambaceres, Antonio Argerich a quien se suele citar como precursor de la moderna novelística argentina (¿Inocentes o culpables?), José Sixto Alvarez, Edmundo Montagne, Josué Quesada, José Antonio Saldías, Florencio Spanchez, Santiago Dallegri.....Lo hallamos también en el vocabulario de muchos importantes poetas, incluido Borges que entre sus alardes escribió en su poema El General Quiroga va en coche a la muerte, aquel cuño tan feliz: y la luna atorrando sobre el río
Es muy rica la literatura lunfardesca, especialamente su poesía. He elegido para cerrar un par de ejemplos:
En el ayer, Juan Bautista Rímoli que firmaba como Dante A. Linyera –seguramente el primer poeta que tomó en serio esto de escribir en lunfardo- dijo en su poema Somos Hermanos:
Somos hermanos, viejo; ya lo dijo ese rana
Yamao Cristo un dia que la milonga humana
S´había puesta fiera; semos hermanos, viejos
Los que baten que no, son almas de conejos
Somos hermanos viejo: lo dijo Cristo, el rana;
Y no vueltas que darle a la milonga humana:
Semos hermanos todos, semos heranos viejo
Los que baten que no son almas de conejo.
Hoy, Mario Orlando Punzi, alto y laureado poeta pudo escribir cosas como esta titulada Lluvia:
Arrabal en la lluvia del ocaso
Mientras voy amurado por el viento,
Fallo de suerte, gil de aburrimiento
Con mi sino de broncas y escolaso
Entre charcas azules, a mi paso
Gorrionean los pibes del convento
Y en el puñal de la garúa siento
La tenaz mishiadura del fracaso.
Por un hilo de sol amarillento
Cae a las zanjas una flor de raso.
El saucedal destila desaliento.
Arrabal en la lluvia del ocaso
Mientras voy sin amigos y sin vento
Con dos guitas de amor y un solo faso.
Y para colmar mi vanidad, (perdòneseme la inmodestia) voy a citar mi poema Obelisco porteño
Obelisco porteño
Primer Premio en el VIII Certamen Poético
Rioplatense y II Hispanoamericano organizado
por el Círculo de Poetas Lunfardos
Bs.As 1991
Soy la ciudad que se piantó a la altura
para embrocar el cielo mano a mano
y minga del egipcio y del romano
que deschavan mi flaca arquitectura.
Soy porteño cabal, junen mi hechura:
bien plantado, debute, altamirano
y nostálgico igual que ese fulano
que en una esquina del trocén se amura.
Soy el mástil del canto ciudadano
donde trepa en mistonga partitura
la mufa, que es un tango cotidiano.
Y soy, por un ensueño que perdura,
el puñal de Muraña que no en vano
Buenos Aires conserva en su cintura.
domingo, 12 de julio de 2009
¿Que es el lunfardo?
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Muy interesante. Llegué aquí buscando el soneto de Punzi.
ResponderEliminardistinguidos amigos ,quisira llegar a uds. para felicitarlos por vtra. tarea , soy poeta , me pueden encontrar en (nido de caranchos edificio)o (kinesilogia jorge-kinesiologiajorge), les mando un saludo bien polenta (reyes del sober)jorge hugo bertran esparafita( Bertranvall)mail-bertranvall@yahoo.com.ar
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