Todos estamos contestes del papel significante que desempeñan los medios de comunicación en la ejecución de los designios del poder. Incluso algunos tratadistas sostienen que los Medios de Comunicación son uno de los brazos del poder y no precisamente el más débil. Otros aventuran que el poder político no podría ejercerse en plenitud sin tener de su parte a los medios de comunicación.
En ese sentido –y lo podemos comprobar a lo largo de la historia- basta que exista un solo medio crítico del poder para que éste se sienta atacado o, al menos, vulnerable. No en vano las dictaduras amordazan a la prensa, crean sus propios instrumentos de comunicación como una de las mejores armas para defenderse y perpetuarse.
¿Quién no sabe que todo gobierno autoritario que se precie de tal comienza con la censura a las radios, la televisión y los diarios? La doctrina moderna tiende a llamar panfletismo a estos medios que han estado o están exclusivamente para perpetuar una u otra versión de los hechos y de la historia misma y que son, a la vez, fuente de expresión de esos gobiernos autoritarios.
En la actualidad y tras el formidable desarrollo de la tecnología y el fácil acceso a ella, se ha configurado un panorama de más compleja definición ya que con mínimas inversiones se pueden expandir mensajes informativos –por ejemplo a través de la Internet- que contrarresten las versiones que se emiten desde los círculos del poder político o económico y sus mismos silencios. Esto, sin dudas hace, que el recurrido cuño que señala a la prensa como el cuarto poder, haya perdido gran parte de su vigencia.
Esta evolución de los medios y de las formas de comunicación social, ha arrinconado definitivamente a los órganos de expresión partidaria. Ningún medio que lleve etiquetas de un partido o siglas ideológicas, tiene futuro en el mercado y su penetración social queda reducida a quienes forman parte del mismo ideario político o de la misma ideología, lo cual no permite su expansión. En otros tiempos, La Vanguardia por ejemplo, fue un órgano ideológicamente poderoso y peligroso para el poder, hoy, en cambio, el éxito está en aparecer frente a la opinión pública como un medio independiente, lo más independiente posible, a pesar de las muchas dependencias que ello implica.
Es que en nuestros días el rol de los medios de comunicación en política ha evolucionado a tal extremo, que han dejado de ser meros informadores de la realidad para convertirse en actores de la misma. Y ello, necesariamente, redunda en una creciente dependencia - de políticos como de votantes- de los mensajes que difunden. Los medios modelan la comunicación política impulsando ciertos discursos que bien favorecen o dificultan, el compromiso entre los líderes y los ciudadanos.
En el análisis de esta cuestión podemos identificar cuatro tendencias claramente definidas:
-por un lado hay una profesionalización de los medios en el discurso político adoptando cada uno la retórica de acuerdo con el objetivo propuesto.
-a su vez los periodistas tratan, pese a ello, de aparecer cada vez más distanciados e independientes de los partidos políticos y del poder.
-como consecuencia de lo dicho, se crea una incertidumbre sobre las reglas éticas del juego competitivo entre la política y los medios de comunicación.
-y finalmente se termina por proyectar un discurso que aparentemente reniega de la política o de los políticos desmotivando al ciudadano, que es también un modo de motivarlo hacia determinada tendencia o ideología.
Esto ha ocurrido, en parte, en las últimas elecciones donde, en general, los medios de comunicación y los partidos políticos no han sabido cumplir con el precepto básico que les asigna la democracia: describir y aportar ideas sobre los temas que acucian al país y que debieron componer el debate electoral. Toda la prédica se diluyó en acusaciones y denuncias y las propuestas fueron suplidas por debates insulsos, moderados por periodistas complacientes con las respuestas vacías de los contendores.
Todos los debatientes acudieron a la recurrida muletilla del “hay que”, (hay que hacer esto o lo otro) pero jamás enunciaron el “como” actuar para alcanzar esas metas tan preciadas para ellos. Porque todos estamos contestes en que hay que lograr mayor bienestar, disminuir la pobreza, combatir la inseguridad, etc. etc. Pero asì enunciado, son meros objetivos, simples expresiones de deseo carentes de lo sustancial que es precisamente, el camino para conseguirlo.
Es indudable que el debate es estèril cuando los polìticos -y los medios de comunicación- no consiguen mostrar que la democracia tiene sentido mas allá del voto y que es imposible para el ciudadano, actuar responsablemente en los procesos electorales, si las propuestas no son expresadas de modo concreto y valorativo y se apela al sentimiento para reemplazar a las ideas
No me preocupa demasiado que ciertos medios tengan fuerte gravitación en la opinión pública, porque si queremos vivir en democracia necesitamos de medios cada mas libres y cada vez mas influyentes. Por eso necesitamos de su libertad e independencia, pero también de su compromiso explícito con algunas de las tendencias en pugna. Y esto es lo que no suele ocurrir, salvo en los medios controlados por el gobierno que son abiertamente focos de propaganda electoral.
Si los medios de comunicación son parte de las instituciones democráticas de un país, su tarea no debiera limitarse sólo a la faz informativa y noticiosa, sino a la difusión de un compromiso asumido frente a la ciudadana. De ahí la gran responsabilidad que les cabe en todo proceso democrático y por ende, la necesidad de que la relación entre medios, partidos y democracia, constituya la base para una equitativa difusión de los valores que debe conocer y sopesar la sociedad.
Los medios deben concurrir a la ilustración del público en su papel de transmisores e intermediarios ideales de los mensajes políticos, asegurando en buena medida la publicidad de los hechos y los actos del poder público e incluso haciendo el análisis valorativo de los mismos. Pero previamente debe haber una difusión objetiva, sin dramatismo y sin especulaciones.
No debe olvidarse –tal vez hablando en un plano ideal- que la comunicación política, constituye un quehacer permanente de interrelación entre el gobernante y el gobernador, vinculado a la generación de información y mensajes políticos difundidos a través de los medios de comunicación. En tal sentido, la comunicación política participa de una vocación constante que no debiera circunscribirse a la mera venta de un producto político en tiempo electoral.
En los últimos tiempos y en casi todo el mundo, la comunicación política ha utilizado técnicas para captar las necesidades del mercado electoral y consecuentemente, formular su programa de soluciones y ofrecer los hombres o candidatos que los llevarán a la práctica, apoyados e impulsados a través de la publicidad política.
Estas técnicas han configurado lo que se ha llamado el maketing político. Sin embargo insisto, en que la comunicación política, rebasa o debiera rebasar la mera esfera electoral. Si la acción de gobierno es satisfactoria, la comunicación no necesita de demasiados esfuerzos y al momento de las elecciones, los candidatos con sólo apoyarse en la obra realizada tendrían la adhesión naturalmente sin maquinaciones ni técnicas marketineras.
O dicho de otra forma, la mejor comunicación son los hechos en si mismos y el mejor marketing es el que asocia la imagen de eficiencia de un gobierno con la sinceridad de su programa electoral.
La comunicación política debe regirse por algunos principios básicos: ser clara en su forma y sustantiva en su contenido para poder elevar la calidad del debate de ideas.
viernes, 7 de agosto de 2009
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA POLITICA
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Muy necesarias estas reflexiones sobre la actitud de los medios y el poder político.
ResponderEliminarAnibal Lomba