Anduve, San Martín, tanto y de sitio en sitio que descarté tu traje, tus
espuelas.
Sabía que alguna vez, andando en los caminos hechos para volver, en los
finales de cordillera, en la pureza de la intemperie que de ti
heredamos, nos íbamos a ver de un día a otro.
Cuesta diferenciar entre los nudos de ceibo, entre raíces, entre
senderos señalar tu rostro, entre los pájaros distinguir tu mirada,
encontrar en el aire tu existencia.
Eres la tierra que nos diste, un ramo de cedrón que golpea con su aroma,
que no sabemos dónde está, de dónde llega su olor de patria a las praderas.
Te galopamos, San Martín, salimos amaneciendo a recorrer tu cuerpo,
respiramos hectáreas de tu sombra, hacemos fuego sobre tu estatura.
Eres extenso entre todos los héroes.
Otros fueron de mesa en mesa, de encrucijada en torbellino, tú fuiste
construido de confines, y empezamos a ver tu geografía, tu planicie
final, tu territorio.
Mientras mayor el tiempo disemina como agua eterna los terrones del
rencor, los afilados hallazgos de la hoguera, más terreno comprendes,
más semillas de tu tranquilidad pueblan los cerros, más extensión das a
la primavera.
El hombre que construye es luego el humo de lo que construyó, nadie
renace de su propio brasero consumido: de su disminución hizo
existencia, cayó cuando no tuvo más que polvo.
Tu abarcaste en la muerte más espacio.
Tu muerte fue un silencio de granero. Pasó la vida tuya, y otras vidas,
se abrieron puertas, se elevaron muros y la espiga salió a ser derramada.
San Martín, otros capitanes fulguran más que tú, llevan bordados sus
pámpanos de sal fosforescentes, otros hablan aún como cascadas, pero no
hay uno como tú, vestido
de tierra y soledad, de nieve y trébol.
Te encontramos al retornar del río, te saludamos en la forma agraria de
la Tucumania florida, y en los caminos, a caballo te cruzamos corriendo
y levantando tu vestidura, padre polvoriento.
Hoy el sol y la luna, el viento grande maduran tu linaje, tu sencilla
composición: tu verdad era verdad de tierra, arenoso amasijo, estable
como el pan, lámina fresca de greda y cereales, pampa pura.
Y así eres hasta hoy, luna y galope, estación de soldados, intemperie,
por donde vamos otra vez guerreando, caminando entre pueblos y llanuras,
estableciendo tu verdad terrestre, esparciendo tu germen espacioso,
aventando las páginas del trigo.
Así sea, y que no nos acompañe la paz hasta que entremos después de los
combates, a tu cuerpo y duerma la medida que tuvimos en tu extensión de
paz germinadora.
Pablo Neruda
martes, 18 de agosto de 2009
SAN MARTIN un poco conocido poema de Pablo Neruda
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No conocía este poema. Estoy boquiabierta con él y con el blog.
ResponderEliminarVengo redireccionada de Jorge Velázquez,mí tío Jorge, mi héroe de la infancia, emblemático ser, no podía esperar menos.
Gracias Ricardo!
Cada nota de este blog es de una excelencia inusual. Felicito a Don Ricardo Ostuni.
ResponderEliminarGracias a Graciela y a Milton. Me gustarìa tener el blog de Vds.
ResponderEliminarROstuni